Cuando un problema ha existido por mucho tiempo, y cuando hablar de solucionarlo se ha convertido en la rutina de los políticos y líderes de opinión, suele ocurrir que perdemos perspectiva sobre su impacto y sobre cómo afecta la vida de las personas. Este es el caso de la exclusión financiera. Todos sabemos que debe ser remediada, lo hemos escuchado una y mil veces, pero, a estas alturas, el título del problema, tan repetido, ha hecho que se pierda perspectiva sobre la verdadera importancia de corregirlo.
Y es que quizá no todos nos hemos puesto a pensar seriamente en las ventajas de que los ciudadanos participen del sistema financiero. Y no solo me refiero a que mantengan una cuenta en algún banco, sino a que interactúen activamente con el sistema en sí.
La inclusión financiera es importante por el efecto que tiene en el bienestar de las personas. Permite, empezando por lo más básico, una administración segura del dinero y del ahorro, protegiendo a las personas de los riesgos de, por ejemplo, mantener dinero oculto en casa o de transportarlo en el bolsillo para hacer transacciones.
Abre la puerta, además, a una gestión más predecible y ordenada de los proyectos de vida, con la posibilidad de acceder a créditos hipotecarios, vehiculares o para negocios. Facilita el acceso a recaudos clave como los seguros –para enfrentar cualquier imprevisto en el terreno de la salud, por ejemplo– y a la gestión de fondos previsionales, para procurar una vejez tranquila. Asimismo, ofrece la oportunidad de hacer crecer los ahorros con productos de inversión a mediano y largo plazo.
Fuente: elcomercio.pe